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El coraz
ó
n perdido - Emilia Pardo Baz
án
PRIMER ACTOR
Estimado público:
Seguro que conocéis a alguien cuyo corazón esté perdido y prendado de amor por otra
persona. Sin embargo, será más difícil que alguien haya perdido su corazón y no lo encuentre,
¿verdad? Precisamente este relato trata de eso: de alguien que un buen día se encuentra un
corazón y no sabe qué hacer para devolvérselo a su dueño o dueña.
SEGUNDO ACTOR
Por raro que parezca en Halloween y en la literatura todo es posible. Por eso no os
debe extra
ñar que suceda algo semejante en un día como éste y en un texto literario como el
que vais a escuchar ahora. Dice así:
TERCER ACTOR
Yendo
una
tardecita
de
paseo
por
las
calles
de
la
ciudad
,
vi
en
el
suelo
un
objeto
rojo
;
me
baj
é
:
era
un
sangriento
y
vivo
coraz
ó
n
que
recog
í
cuidadosamente
.
«
Debe
de
hab
é
rsele
perdido
a
alguna
mujer
»
,
pens
é
al
observar
la
blancura
y
delicadeza
de
la
tierna
v
í
scera
,
que
,
al
contacto
con
mis
dedos
,
palpitaba
como
si
estuviese
dentro
del
pecho
de
su
dueñ
o
.
Lo
envolv
í
con
esmero
dentro
de
un
blanco
paño
,
lo
abrigu
é
,
lo
escond
í
bajo
mi
ropa
,
y
me
dediqu
é
a
averiguar
qui
é
n
era
la
mujer
que
hab
í
a
perdido
el
coraz
ó
n
en
la
calle
.
Para
indagar
mejor
,
adquir
í
unos
maravillosos
anteojos
que
permit
í
an
ver
,
a
travé
s
del
corpiño
,
de
la
ropa
interior
,
de
la
carne
y
de
las
costillas
[...]
el
lugar
que
ocupa
el
coraz
ón
.
CUARTO
ACTOR
Tras
hacerme
con
mis
anteojos
m
á
gicos
,
mir
é
ansiosamente
a
la
primera
mujer
que
pasaba
,
y
¡oh
asombro
!,
la
mujer
no
ten
í
a
coraz
ó
n
.
Ella
deb
í
a
de
ser
,
sin
duda
,
la
propietaria
de
mi
hallazgo
.
Lo
raro
fue
que
,
al
contarle
có
mo
hab
ía
encontrado
su
corazón
,
la
mujer
,
indignada
,
juró
y
perjur
ó
que
no
hab
í
a
perdido
cosa
alguna
;
que
su
coraz
ó
n
estaba
donde
sol
í
a
y
que
lo
sent
í
a
perfectamente
pulsar
,
recibir
y
expeler
la
sangre
.
PRIMER ACTOR
En
vista
de
la
terquedad
de
la
mujer
,
la
dej
é
y
me
volv
í
hacia
otra
,
joven
,
linda
,
seductora
,
alegre
.
¡Dios
santo
!
En
su
blanco
pecho
vi
la
misma
oquedad
,
el
mismo
agujero
rosado
,
sin
nada
all
á
dentro
,
nada
,
nada
.
¡Tampoco
ésta
tení
a
coraz
ó
n
!
Y
cuando
le
ofrec
í
respetuosamente
el
que
yo
llevaba
guardadito
,
menos
a
ú
n
lo
quiso
admitir
,
alegando
que
era
ofenderla
de
un
modo
grave
suponer
que
,
o
le
faltaba
el
coraz
ó
n
,
o
era
tan
descuidada
que
hab
í
a
podido
perderlo
as
í
en
la
v
ía
pú
blica
sin
darse
cuenta
.
CUARTO
ACTOR
Y
pasaron
centenares
de
mujeres
,
viejas
y
mozas
,
lindas
y
feas
,
morenas
y
pelirrubias
,
melanc
ó
licas
y
vivarachas
;
y
a
todas
les
ech
é
los
anteojos
,
y
en
todas
not
é
que
del
coraz
ón
só
lo
ten
í
an
el
sitio
,
pero
que
el
ó
rgano
,
o
no
hab
í
a
existido
nunca
,
o
se
hab
í
a
perdido
tiempo
atr
á
s
.
Y
todas
,
todas
sin
excepci
ó
n
alguna
,
al
querer
yo
devolverles
el
coraz
ón
de
l
que
carec
ían
,
se
negaban
rotundamente
a
aceptarlo
,
bien
fuera
porque
cre
í
an
tenerlo
,
bien
porque
sin
é
l
se
encontraban
divinamente
.
SEGUNDO ACTOR
A
medida
que
avanzaba
e
l
tiempo
,
notaba
que
dentro
de
mí
iba
creciendo
el
deseo
de
devolver
un
pecho
de
mujer
el
pobre
coraz
ó
n
abandonado
.
Hasta
que
un
día
,
casi
por
casualidad
,
con
ayuda
de
mis
prodigiosos
lentes
,
acert
é
a
ver
que
pasaba
por
la
calle
una
niñ
a
pá
lida
,
y
en
su
pecho
,
¡
por
fi n
!,
distingu
í
un
coraz
ó
n
,
un
verdadero
coraz
ó
n
de
carne
,
que
saltaba
,
lat
í
a
y
sent
í
a
.
No
s
é
por
qu
é
,
pero
se
me
ocurrió
hablarle
del
corazón
que
habían
rechazado
todas
,
y
he
aqu
í
que
la
niña
,
en
vez
de
rechazarme
como
las
dem
ás
,
extendió
la
mano
delicadamente
y
deposité
sobre
su
palma
el
palpitante
corazón
que
yo
le
ofrecía
.
CUARTO
ACTOR
Enriquecida
con
dos
corazones
,
la
niñ
a
pá
lida
se
puso
mucho
m
ás
pá
lida
a
ú
n
:
las
emociones
,
por
insignifi cantes
que
fuesen
,
la
estremec
í
an
hasta
la
m
é
dula
;
los
afectos
vibraban
en
ella
con
cruel
intensidad
;
la
amistad
,
la
compasi
ó
n
,
la
tristeza
,
la
alegr
í
a
,
el
amor
,
los
celos
,
todo
era
en
ella
profundo
y
terrible
;
y
la
muy
necia
,
en
vez
de
resolverse
a
suprimir
uno
de
sus
dos
corazones
,
o
los
dos
a
un
tiempo
,
se
diría
que
se
sentía
contenta
de
vivir
una
doble
vida
espiritual
,
queriendo
,
gozando
y
sufriendo
por
duplicado
,
sumando
impresiones
de
esas
que
bastan
para
extinguir
la
vida
.
La
criatura
era
como
vela
encendida
por
los
dos
cabos
,
que
se
consume
en
breves
instantes
.
Y
,
en
efecto
,
se
consumi
ó
.
Tendida
en
su
lecho
de
muerte
,
l
í
vida
y
tan
demacrada
y
delgada
que
parec
í
a
un
pajarillo
,
vinieron
los
m
é
dicos
y
aseguraron
que
lo
que
la
arrebataba
de
este
mundo
era
la
rotura
de
un
aneurisma
.
Ninguno
(
¡son
tan
torpes
!)
supo
adivinar
la
verdad
:
ninguno
comprendió
que
la
niña
se
hab
í
a
muerto
por
cometer
la
imprudencia
de
dar
asilo
en
su
pecho
a
un
coraz
ó
n
perdido
en
la
calle
.
TERCER ACTOR
Bien, pa
rece que
la niña sentía por duplicado, pero también sufría por partida doble. Lo
bueno es que no tuvo miedo a acoger e
n
su pecho el corazón de otra persona.
Quizá todos y
todas deberíamos aprender de ella porque cuando un corazón perdido busca a una persona
que lo acoja y lo rescate, lo más fácil es rechazarlo por miedo a que sea incompatible con el
nuestro o nos complique la vida.
Es Halloween
,
y las historias que se cuentan durante este día no pueden tener un fi nal feliz. Por
eso, dejemos a un lado el desdichado
fi nal
de la ni
ña y agradezcámosle por siempre su
valentía y su generosida
d
.